Más de 7 meses han transcurrido desde ese 6 de marzo del 2020 en que todo cambió para los costarricenses, tras la aparició del primer caso de COVID-19 en nuestro país. Ese momento, en que una expectativa y una noticia en un continente diferente al nuestro pasó a ser nuestra realidad, ese acontecimiento que creíamos lejano y poco amenazante en Asia , pero que poco a poco se fue moviendo ante nuestros ojos con rapidez a países más cercanos y conocidos, para posteriormente abarcar todos los continentes, convirtiéndose en una pandemia.
Como sociedad e individuos, hemos experimentado una serie de emociones y sentimientos que en pocas semanas han variado de un extremo al otro.
Esta situación generó estupor y un gran temor en la población, como respuesta a las indicaciones y múltiple información que circulaba en los medios con respecto a este virus letal. Sin embargo, no todo fue negativo para nuestro país; gracias a la acatación oportuna y ágil de las autoridades de salud y del Gobierno, se ha manenido una estadística controlada en comparación a otros países alrededor del mundo.
Por su parte, afloró una admiración y gratitud hacia los trabajadores de salud quienes día a día exponen su bienestar para poder luchar contra esta enfermedad, brindando a sus pacientes atención de calidad en este duro proceso.
Con el paso del tiempo, han surgido sentimientos de angustia y enojo ante la falta de solución y/o respuesta producto de la crisis que avecina nuestra economía. Por tanto, denotamos que un agotamiento general, cambia la obediencia por un desafío, protestas y reclamos ante las medidas que en un inicio parecían lógicas y efectivas y que ahora solo se ven como las causantes de una afectación sin fin.
No obstante, en este continúo aprendizaje percibimos que existe un factor común entre los dos grupos de ciudadanos, es decir, los que continúan obedeciendo y acatando las indicaciones y los que niegan, enfrenta y crítican. Este elemento en común, es el de la tristeza.
Esa añoranza por encuentros cercanos, saludos afectuosos, defección de actividades recreativas, familiares o laborales que lleva a las personas a encontrar un sin sentido, pérdida de objetivos claros y la ausencia de perspectivas claras de cuándo y cómo recuperaremos nuestra vida como la conocíamos antes.
Con el pasar de los meses vamos comprendiendo que existe una forma bastante segura de retomar muchas de las actividades rutinarias ,de interrelacionarnos, esa nueva forma de hacer vida en común, en especial las actividades que nos generan ingresos económicos y nos permite estar más cerca de los seres queridos. Estas medidas, que al inicio nos parecían extrañas y ajenas, las hemos ido incorporando en el día a día.
No bajemos la guardia, juntos lograremos ganarle esta lucha al COVID-19 y pronto podremos retomar esos sueños, esas metas y actividades que se han visto postergadas. Cuidese usted para cuidarnos a todos.